Todos
se reían de ella por ser gordita, su madre la consolaba siempre con la misma
frase: la suerte del gordo, el flaco la desea, pero ya con catorce años no era
igual que cuando pequeña, ya las frases dolían más, las miradas burlonas ya le
hacían bajar la cabeza, aunque era una niña muy guapa, de cara redondita,
siempre llevaba pantalones para que así no se metieran con ella sus compañeros
de clase.
Por
supuesto no tenía amigas con quien jugar porque todas le daban de lado y los
chicos si la ponían atención era para reírse de ella, por eso ella ni los
miraba claramente pero de reojo sí que estaba pendiente de lo que hacía Andrés,
un chaval dos años mayor que ella, que estaba en una clase superior, para
ella era un dios inalcanzable, soñaba
con él, escribía poemas contándole su amor, sus penas, sus sentires pero por la
mañana cuando se despertaba antes de que su madre entrara en su dormitorio
rompía todo lo que había escrito la noche anterior, era su gran secreto, solo
de ella, se moriría si alguien se enterara de lo que pensaba.
María
se sentaba en clase en los últimos asientos para así pasar más desapercibida,
aunque los maestros sabían que era más inteligente que la mayoría de la clase,
pero también sabían que nunca se sentaría de los primeros asientos porque eso
significaba ser el centro aún más de las burlas, cuando algún profesor
preguntaba algo, ella nunca levantaba la mano, aunque casi siempre sabia la
respuesta.
Su
familia pertenecía a la clase media baja, vivían a las afueras del pueblo, a
ella le encantaba la naturaleza, se podía pasar horas mirando a los colibrís
volar junto a ella picoteando las flores del arbusto que había a la entrada de
su casa, su abuela le contaba que los colibrís son las almas de los seres
queridos que ya no están con nosotros.
Un
día una profesora hizo una pregunta y le dijo a Andrés que se levantara y
contestara, él se levantó pero no sabía la respuesta, todos se sonreían y la
maestra se la volvió a hacer, era una situación muy embarazosa para él, María
levantó el brazo, todos se sorprendieron pero la profesora aún más “Pitágoras
Doña Aurora””muy bien María “todos la miraron con caras de sorpresa y la que
estaba más cerca le dijo despacito “María la empollona gorda” cabizbaja no dejó
de mirar A Andrés que también la miraba.
Esa
noche escribió mucho más de lo habitual y con cara alegre porque se imaginaba
sentada en su puerta junto a él y eso era vivir un sueño para ella, pero se
durmió muy tarde y por la mañana casi la ve su madre recogiendo sus escritos,
entró justo cuando ella recogía el ultimo.
Lo
que nunca sospecharía es que su madre lo sabía todo porque como todas las
madres sabían, que ella se dormía tarde y una noche a las tres de la madrugada
entró en su dormitorio y leyó todo lo que María había escrito, la tapó y le
dijo despacito “algún día hija, algún día”
Una
tarde de un sol de justicia, estaba sentada como siempre a la sombra del
arbusto pero estaba extrañada porque era la primera vez que no veía a ningún
colibrí, pero una paloma blanca la sobrevoló y se marchó, inmediatamente
después se vio a Andrés que llegaba y se
paró junto a ella “gracias por lo del otro día””de nada, era sencilla la
respuesta””bueno, de todas formas gracias” y se marchó en su bicicleta, ella no
podía creérselo, se pellizcó para saber que no estaba teniendo uno de sus
sueños.
Extrañamente
esa noche no escribió nada, estaba como en una nube, acostada vestida en su
cama pensando una y otra vez en su encuentro con Andrés, repasando cada palabra,
tratando de adivinar el significado de esas palabras.
Un
día al salir de clase la acorralaron entre cuatro para reírse de ella”¿Cuál es
tu apellido, vaca?”Jjajajaj “no, hipopótamo” jajaja, detrás de ellas apareció
Andrés “queréis dejarla, ella no se ha metido con vosotras” mientras se retiraban
iban cantando “Andrés quiere a la gorda, Andrés quiere a la gorda” ellos se
miraron y él se marchó con sus amigos.
Por
la tarde María estaba como siempre y llegó Andrés con su bicicleta “hola””hola,
hoy soy yo la que te tengo que dar las gracias””son unas niñatas sin
cerebro””pero saben hacer daño””pero ¿tú porqué no te enfrentas a ellas? Y
María acachó la cabeza, él se dio cuenta de que no tenía que haber dicho eso “¿quieres
venir al Piélago?¿cómo?” “te montas en la barra de la bici””vale” dijo ella.
La
carretera estaba muy mal asfaltada pero ella no se enteró, ella iba entre nubes
blancas sintiendo el roce del cuerpo de su amado “que mal está la carretera” y
ella le dijo “no” él se calló sorprendido, es que ella no sabía si iba por mar,
tierra o aire, solo sabía que iba junto a su amado.
Cuando
llegaron se pusieron a jugar, al fin y al cabo eran niños, Andrés desapareció
un rato y ella se estaba preocupando pero de golpe le salió por detrás
ofreciéndole un ramito de margaritas salvajes, se miraron y ella se le acercó y
le dio un beso en la mejilla, el beso más casto y amoroso del mundo.
Al
otro día al llegar al colegio ella fue a hablarle a él pero Andrés se giró y se
fue con sus amigos, María comprendió que se avergonzaba de ella delante de sus
amigos, con cara triste llegó a su casa” ¿qué te pasa?””Nada mamá” pero la
madre intuyó que se trataba de Andrés porque solo de algún asunto de él se
podía poner ella así.
Por
la tarde de nuevo llegó él con su bici, se paró frente a ella “¿te vienes?””No”
“el insistió “”te dejo que la lleves tú un rato”” ¿Y si nos ven tus amigos?””Yo
soy la misma aquí que en el colegio, quién me quiera me tiene que querer tal
como soy”
A
Andrés se le pusieron las mejillas coloradas y se dio media vuelta y se marchó
hacia su casa, esa noche los poemas fueron tristes muy tristes, María los
escribió con sus lágrimas como tinta.
Andrés
dejó de aparecer por casa de ella por las tardes en toda una semana, ella
volvió a estar siempre triste, ausente como si viviera en otro planeta, siempre
cabizbaja, tanto que un día al salir de clase no se percato que Andrés iba
caminando junto a ella hasta que la agarró de la mano, ella se giró y su cara
de asombro lo dijo todo, no necesitaron decirse nada.
Sus
amigos se interpusieron en su camino y el más bocazas le dijo “tú quieres que se rían de nosotros, o ella o
nosotros” Andrés dio un paso y lo apartó de su camino y sin soltar la mano de
ella, pasaron entre ellos, María por primera vez se sintió protegida y amada,
las otras chicas la miraron con cara de no comprender nada.
Desde
ese día se hicieron inseparables, María comenzó a sentirse más segura de si
misma, la maestra lo notó porque comenzó a sentarse en los pupitres delanteros,
pero él no, los estudios no era lo suyo, a él le encantaba el fútbol.
Pero
la felicidad dura poco y menos para los pobres, al padre de María lo
trasladaban a Valencia por trabajo, cuando se lo dijeron a María, se quedó
helada, no sabía cómo reaccionar, ni se le pasó por la cabeza que eso podría pasar
(era la primera puñalada que le daba la vida) salió corriendo y se encerró en
su habitación llorando toda la noche.
María
aún se sintió peor porque faltaban pocos
días para que cumpliera quince años y estaba ilusionada con ello, cuando llegó
Andrés a recogerla como siempre le notó en la cara que algo no iba bien “¿Qué
te pasa?””Nos mudamos a Valencia”” ¿cómo?”” a mi padre lo trasladan allí”
Andrés se quedó mudo, ella rompió el silencio “vamos al Piélago”” ¿te apetece?”
“si, vamos”
Al
llegar ella no quiso estar en las piedras y eligió una pequeñita llanura plena
de césped, se sentó en el suelo y le dijo “ven, siéntate junto a mi” Andrés no sabía
para qué, ella comenzó a acariciarle la cara y acercó su cabeza a él para darle un beso, él la
correspondió y María le entregó lo más valioso para una mujer y Andrés le dió
su inocencia.
A
los pocos días se marcharon a Valencia, desde la ventana del colegio Andrés la
vio partir con lágrimas en los ojos y un dolor en el pecho.
Y
la vida continuó con su imparable paso ajena al sufrimiento humano, dicen que
la distancia es el olvido, pero no siempre es así, porque aunque cada uno haga
su vida como es normal, quién te robó el corazón por primera vez ,siempre lo
recordaras, normalmente para bien, aunque solo fuese por los jóvenes que éramos
he inocentes.
Cuando
María cumplió los veinticinco años, su marido la invitó al cine para
festejarlo, mientras ella se quedó a la entrada de la sala él se fue a por
palomitas, como tardaba fue a ver y se lo encontró hablando con un hombre que
mientras se acercaba su corazón se aceleraba más y más, al acercarse, su marido
se percató y se lo presento “mira María este es Andrés, el comercial de nuestra
zona” se quedaron mirándose fijamente a los ojos, aunque no los hubieran
presentado se habrían conocido porque el corazón nunca miente ni se equivoca,
somos nosotros los que nos equivocamos.
Andrés
reaccionó para que el esposo no se diera cuenta de que algo pasaba “encantado
de conocerla” y le dio un beso en cada mejilla, a él se le erizó la piel
“igualmente” contesto ella asombrada “bueno, ¿has venido solo a ver a
película?””Sí, yo no estoy casado, no me quiere nadie” lo dijo mirándola a ella
“pues vente con nosotros” “vale, como quieras”
María
se sentó en medio de los dos, el roce de la pierna de Andrés la volvía loca,
cuando el marido de María comenzó a roncar ellos se miraron sin pronunciar
palabra, Andrés se atrevió a cogerla la mano pero ella se soltó enseguida por
si se despertaba el marido, él se acercó al oído de ella y solo le dijo “Hotel
Zeus, habitación 224”
Al
día siguiente ella estaba desesperada de que su marido se fuese a trabajar,
justo ese día entraba más tarde, cuando por fin se quedó sola se arreglo con
sus mejores ropas y su mejor perfume, sabía que era una mujer casada, pero
también sabía a quién pertenecía su corazón, por eso se presentó en la puerta
224, él le abrió y al pasar se fundieron en un prolongado beso, tenían que
recuperar diez años de ausencia.
Cuando
terminaron ella se agarro a él, como quien no quiere que se escape “¿de verdad
no te has casado?””No encontré a ninguna mujer que se pareciera a ti” ella le
dio un beso “Ahora ¿qué vamos a hacer María?””Nada mi amado, la vida se ceba
con algunas personas y nosotros somos unas de ellas, mis hijos son demasiado
pequeños, tienen ocho y seis años, me necesitan””mientras viva yo te amaré y
hasta después de la muerte” “ya lo sé, mi tesoro y mi corazón sabes que es
tuyo””¿Cuándo te vas de la ciudad?”” mañana cariño””¿Dónde vives amor?”” en
Barcelona” hubo un silencio amargo “dame tu número de teléfono, al menos aunque
sea en la distancia estaremos juntos” a los dos días María llamó al teléfono
que él le había dado, pero siempre salía la señorita diciéndole el consabido
“el teléfono marcado no existe”
Ella
continuó llamando hasta que comprendió que Andrés le dio un teléfono falso y se
enfureció, pero después comprendió porqué lo había hecho, hubiera sido un
suplicio escucharse los dos y no poder besarse, desde entonces dejó de llamar.
Ella
con disimulo le preguntó varias veces a su marido por él pero su marido siempre
le decía que no tenía ni idea de donde estaba “esos son comerciales, puede
estar en cualquier sitio de España”
Y
la vida pasó, como pasa el olvido, ella vivía cerca de un campito de jugar al fútbol que estaba junto al cementerio y aunque era anciana, todos los días iba
a ver si lo veía, pero siempre se iba desilusionada, un día que estaba sentada
viéndolos jugar oyó “pásala Andrés” entonces se levantó y se fijó en un anciano
de ojos negros como su amado, se acercaron los dos y se dieron un beso de treinta
años, sin decirse nada se agarraron de la mano y los dos niños traspasaron el
muro del cementerio sin dejar de mirarse y sonreírse.
A MARÍA
AMA