En todos los pueblos (creo yo)
existe un personaje como este, al que se le perdona casi todo, porque es
inofensivo, no se mete con nadie, viste como le da la real gana, Balenciaga le
suena a brandi, si te pones a hablar con él porque dé la casualidad que aún no
esté borracho, porque borracho para él es que se caiga al suelo , que no pueda
llegar a su casa, lo demás lo llama –tener un puntito- te cuenta muchas
anécdotas para reírnos, le gusta que el que esté con él se ría con él, no de
él, incluso había veces que decía unas cosas de una lógica aplastante que para
nosotros pasan desapercibidas.
Vive en una casa muy vieja y
desecha del final de la calle, no es suya, pero allí vive toda la vida, de hecho
la llaman la casa del Picolo, tú le preguntas a alguien por el nombre de la
calle y nadie lo sabe pero si le dices-la calle del Picolo- todo el mundo sabe
la calle que es.
Picolo tiene un look especial y
sobre todo muy personal, antes de que existieran las ONG de reciclaje, él ya
reciclaba todo, que se encontraba una flor de plástico, se la ponía en el pelo
largo y blanco que tiene, que se encontraba una bata de mujer que nosotros
llamamos bambo, todo de flores grandes de colores, se lo ponía sin ningún
complejo y ya no se lo quitaba hasta que los colores desaparecían, solo se
intuían.
Una noche que hacía mucho aire,
parecía un huracán, estaba en casa con un amigo de su misma pinta, bebiendo
como es normal, su amigo le dijo “Picolo alguien está abriendo la puerta de la
calle, ¿no lo oyes?” se quedaron en silencio y conforme se acercaban a la
puerta el sonido aumentaba, bajaron la voz “ostia es verdad” dijo el Picolo, el
amigo se fue a la cocina y trajo un cuchillo enorme, como si fuera a luchar
contra un oso, se miraron los dos muertos de miedo y Picolo gritó” hemos
llamado a la policía, su vai a enterar” pero el sonido de abrir la cerradura
continuaba igual, el amigo le dijo con voz bajita “vamos a abrir de golpe
enseñando el cuchillo y seguro que se asustan””vale a la de tres” uno, dos y
tres Picolo desecho la llave y el amigo sacó lo primero el cuchillo todo esto
con unos gritos de “Que pasa, os vamos a matar” pero allí no había nadie, solo
mucho aire, se miraron y se echaron a reír a carcajadas “el cabron del aire que
susto nos ha pegado” dijo Picolo”imaginate tú si te pilla a ti solo Picolo””anda dale la vuelta al cuchillo
que te vas a cortar la mano”.
Los niños son maravillosos pero
cuando tenemos diez u once años tenemos unas ideas muy crueles a veces, un día
la pandilla de chavales estaban jugando con una bicicleta y en eso que Picolo
llegó a su altura “Picolo quieres montar en bici?””No yo no sé””si te llevamos
agarrado por el sillín y además puedes pisar el freno, si te montas te traemos
una cerveza” ante semejante perspectiva no había duda en elegir montar en bici.
La calle hacia un poco de bajada,
lo montaron y la bici cada vez ganaba más velocidad y de golpe miró para atrás
y los chavales habían desaparecido, entonces agarró el freno con todas sus
fuerzas hasta que se percató que frenos no habían, la bici iba a toda velocidad cuando no se sabe de dónde
salió un carro lleno de alfalfa y Picolo se lo tragó enterito, el carretero se
le acercó “Picolo estas bien””nunca me ha gustado el verde, el verde es para
los conejos”.
Una noche de invierno que hacía
mucho frio, porque aquí hace frio de narices, oyeron los vecinos gritar a
Picolo y a oler a quemado, salieron corriendo y abrieron la puerta (entonces se
echaba la llave de la casa solo cuando la gente se iba a dormir) vieron a
Picolo gritar “María, María” los vecinos pensaban que alguna mujer estaba allí
con él ¿? Y apagaron el fuego rápidamente, entre otras cosas porque solo estaba
el catre, dos sillas y una mesa redonda de estilo indefinido, una cosa entre
art decó y mesa Luis XV echa por él, lo sacaron a la calle pero continuaba
gritando “María, María””pero Picolo que dentro no hay nadie””que si, lo que
pasa es que aún no conoce la casa “todos se quedaron mirando y de golpe ven a
Picolo que sale corriendo detrás de una perra “ ven aquí zorra, ¿de dónde
vienes? Todas las mujeres sois iguales” la perra que se lo ve venir se dio la
media vuelta y salió corriendo como alma que lleva el diablo” María no corras,
si no te voy a hacer nada” le decía con un palo en la mano. Cuando regresó
Picolo un vecino le dijo con sorna “eso para que te fíes de las hembras” “menos
mi madre y la Virgen de la Soledad, todas son unas putas” “pero Picolo si solo
hay una Virgen” lo miró y se dio la media vuelta camino de su casa mientras
decía “Ignorante, tú que sabrás”.
Una noche estrellada de sofocante
calor, los vecinos sentados en la calle en grupitos hablando de todo y de todos
tratando de olvidar el calor que hacia, uno de esos grupos era de los tres ó
cuatro veinteañeros de la calle, uno de ellos dijo” este Picolo que nunca sale
a tomar la fresca””queréis que pasemos una buena noche de risas?””¿Cómo?””Llevamos
a Picolo al puticlub?”Todos se miraron y se echaron a reír” pero hombre no va a
querer, si Picolo es de la acera de enfrente (gay).
Pasaron a la casa de Picolo y
estaba en su faena habitual (bebiendo) en el patio pequeño que tenia “oye
Picolo ¿te vienes con nosotros? “¿A dónde?” “al puticlub, veras que bien lo
pasamos””te lo pagamos nosotros””si es así, si “todos se miraron y se quedaron
asombrados sin saber que decir “coño pero este no era maricón?””siempre se ha
dicho eso, pero es un farol, seguro que este no
se tira a una tía “Picolo se cambió de ropa, o sea que se quito el bambo
de color indefinido y se atusó el pelo con las manos “ala, vamos” el puticlub
estaba cerca porque en esta zona por pequeño que fuese el pueblo a la salida
muy cerca todos tenían su “casa de las chiconas” estaban integradas en la
sociedad del pueblo, por supuesto la prostitución no era como ahora, había
chiconas que se hicieron viejas en esas casas, con decir que había chiconas que
hicieron hombres a los padres y a los hijos muchos años después.
Cuando llegaron el que se hacia
el más gracioso enseguida dijo “para Picolo la Murciana” cuando ve acercarse
una mujer no muy alta, pero con una pechera impresionante y un culo de plaza de
toros y una edad aproximada entre veinte y sesenta años, Picolo tragó saliva
“buenas noches guapos””Murciana te traemos a Picolo para que lo espabiles””pues
ya estamos tardando” lo agarró de la mano y se lo llevó a la habitación,
mientras ellos se reían sin parar imaginándose a Picolo con una mujer así.
Cuando entraron en la habitación
la Murciana le dijo “cuánto tiempo sin verte” “ya lo creo, años” le contesto
Picolo y le pregunto con cara seria “sabes algo de tú hermana ¿Cómo está?”
“en Barcelona continua, hace
tiempo que dejó el oficio, se juntó con un hombre mayor” mientras hablaban ella
sacó una baraja de cartas y comenzaron a jugar “ y a ti como te va, en este
pueblo?””Bien Paca, aquí estoy bien, se ríen de mi pero me tratan bien, tengo
donde dormir y la bebida me ayuda a no recordar”.
“¿no me vas a preguntar por
ella?”Picolo tiró las cartas y se levantó, “vámonos, ya es la hora”
Cuando llegaron donde estaban los
jóvenes la Murciana le hizo una caricia
a PIcolo”cuando quieras vuelves, machote” todos se quedaron mirándolo
pensando que iban a pasar una noche de
sorpresas y la sorpresa se la llevaron ellos.
Desde que lo llevaron a “las
chiconas” los recuerdos ya no se amortiguaban ni con el alcohol, eran recuerdos
de los que intentaba huir desde hace muchos años, momentos que marcaron su vida
para siempre y de los que nadie tenía la menor idea, ya que se montó el
personaje de Picolo para tratar de ser otra persona, pero por mucho que huyamos
y por muy lejos que vayamos nuestras vivencias, para bien ó para mal nos
acompañan allá donde vayamos.
Nadie conocía su verdadero
nombre, ni su procedencia, ni la edad que tenia, su personaje de Picolo le vino
muy bien desde que llegó al pueblo para que nadie le hicieran preguntas porque
todos se limitaban a decir que estaba chiflado , no tenía amigos pero tampoco
los quería, el solo quería pasar desapercibido y embriagado.
Cuando los recuerdos eran tan
fuertes que no podía soportarlos, se marchaba por los campos vagando días
enteros, por eso los vecinos cuando no lo veían decían “ya se ha ido Picolo a
buscar espárragos” pero la realidad era bien distinta, era una especie de
calvario en solitario que pasaba pensando en toda su vida, donde podía llorar
sin que nadie lo viera, una vez incluso intento ahorcarse de un olivo, pero
cuando estaba a punto de hacerlo, una niña con una bicicleta pasó por el camino
tocando el timbre y sonriéndole, ya nunca volvió a intentarlo.
Lo que más le costaba era hacerse
el borde porque como no lo había sido en toda su vida pues no le salía, por eso
a veces contestaba agradable y otras de mal humor, lo cual hacia que tuviera a
la gente sin saber que pensar, pero como los humanos tendemos a simplificar
pues con decir que estaba medio loco todo se solucionaba.
Luego hacia cosas para dar
credibilidad al personaje, como en primavera en la era de detrás de su casa crecían
muchas amapolas, él se hacia un ramillete y se las ponía en el pelo (mejor se
las hincaba en el pelo) porque ese pelo nunca supo que existían unas cosas que
se llamaban peines y las vecinas le decían “que guapo estas Picolo” “verdad que
si” decía él.
Un día desapareció durante un
mes, pero como los vecinos estaban acostumbrados no lo echaron en falta, pero
no le dijo a nadie a donde había ido ni a qué, solo yo me enteré después a
donde había estado.
Yo que estaba estudiando no había
reparado mucho en él, la verdad, pero un día sucedió algo que me dejo muy intrigado,
pasaba por delante de su puerta y me llamó “vienes de estudiar a estas horas”
era de noche y tarde “siéntate un rato hombre” “pero poco Picolo que mis padres
se preocupan enseguida” mientras él salió al patio a buscar la otra silla, yo levanté
unos trapos que tenia encima el catre y veo un libro, solo me dio tiempo a leer
el titulo _Mitología Griega_
Me trajo la silla pero yo estaba
sin saber que pensar ¿Cómo este hombre podía tener un libro de esas
características? Ahí fue donde comencé a pensar que había algo más detrás de la
fachada de este personaje “¿Picolo tu sabes leer?” “claro que se leer, aunque
no sirve para nada” “ por qué dices eso?” “porque es verdad, lo que realmente
vale es lo que aprendes en la calle en la vida, leer solo sirve para hacerte
más preguntas y volverte loco””Picolo leer es cultura, es saber” “¿Y para qué
sirve la cultura en este país?””La gente solo quiere tener la barriga llena y a
su hembra a su lado””la cultura hace avanzar a los pueblos Picolo” “por eso
estamos nosotros tan atrasados porque solo somos un país de futbol y toros””no
todos Picolo a mi no me gustan los toros”” a mí tampoco, a mi me gustan las
vacas”.
Aquella noche no pude dormir
pensando en la conversación con Picolo.
Desde entonces yo procuraba
pasarme por su casa, para tratar de enterarme de algo más pero no siempre
hablaba de su vida, solo cuando él quería porque se sentía bajo de moral, así
que las ocasiones eran escasas hasta que se me ocurrió aprovechar su debilidad
por la bebida.
Ya sé que no era correcto pero
era la única forma que tenia de poder saber algo de su vida.
Un día estaba tomándose una
cerveza en un bar y yo me puse a su lado tomando otra cerveza, lo invité a otra
cerveza porque a mí, como a toda mi familia nos gusta más escuchar que hablar,
y comenzó a contarme ante mi asombro la Odisea de Ulises, yo lo escuchaba con
la boca abierta, me habló de Ítaca “pero Picolo, ¿Cómo sabes tú tanto de estos
temas?” me miró y me dijo “tú también eres de los que juzgan por las
apariencias “”algún día te enseñaré una cosa si me prometes no decirlo a nadie”
“te prometo que de mi boca no saldrá nada de lo que me digas ó enseñes””
entonces te enterarás de cosas que todos ignoran”.
Así fue como empezó mi relación
con Picolo, yo intentaba hacerle pocas preguntas para que no se diera cuenta
que me interesaba su historia “tú tienes mucho dinero?” “yo? Que va Picolo” “entonces
porque me invitas siempre?”Pensé qué le contestaría para no levantar sospechas,
pero afortunadamente opté por decir la verdad “porque me interesa tu historia,
quiero saber quién está debajo de esos pelos mugrosos y sobre todo qué guardas
en esa cabeza”.
Una tarde lo veo que llega al bar
con un papel mugriento enrollado, se sentó conmigo y nada más sentarse pidió su
cerveza, cuando se fue el camarero y sin decirme nada me entregó el papel, tuve
la impresión antes de abrirlo de que me entregaba su vida.
El papel era un diploma manchado
de toda clases de suciedad, cuando termine de desenrollarlo me quede alucinado,
era un diploma de la universidad de Granada otorgando el titulo de Psiquiatría
a nombre de Javier Antonio De Gonzalo Martínez con una foto tipo carnet de un
joven guapo y bien vestido, tuvo que ver la cara que yo ponía porqué me dijo
“cierra la boca que te van a entrar moscas” “ pero Picolo ¿este eres tú?”” no
soy, era, hace muchos años renuncié a ser esa persona” con la mirada perdida en
el horizonte continuó contándome”” la vida a veces se enzarza con una persona y
si quieres vivir solo hay dos caminos, te dejas hundir ó matas a la persona que
eras y renaces como otra”.
“Pero Picolo ¿porqué ese cambio
tan radical?”porque así era más difícil que nadie me reconociese, yo solo
quería que nadie me reconociera y vivir en paz” pedimos otra cerveza y continuó
“mi familia era, bueno es de la burguesía Granadina, estudié Psiquiatría para
tratar de comprender al ser humano, pero después comprendí que los humanos son
incomprensibles por idiosincrasia , estuve dando clases en un instituto de
Málaga hasta que conocí a la Paca en un prostíbulo, te juro que era la mujer
más guapa que te puedes imaginar, mata de pelo negro, ojos grandes y expresivos,
cuando la vi me quedé prendado de ella”.
“Comencé a frecuentar el local casi diariamente y me enamoré
locamente de esa Afrodita cordobesa, con veinticinco años uno es muy romántico
y enamoradizo, yo la llamaba Afrodita porque a ella le parecía parisino el
nombre, bendita inocencia, yo la amaba con locura, la saqué del local y nos
alquilamos un pisito en la calle Larios, fueron los dos años más felices de mi vida”
una lágrima rodó por su rostro mientras me decía esto.
Hizo una larga pausa ensimismado mirando
al infinito, yo no quise interrumpir su recuerdo, después continuó relatándome
su vida “una mañana de Domingo esplendida con una suave brisa del mar sonó el
timbre de la puerta, cuando la abrí me quede petrificado, eran mi padre y mi
tío y por las caras que hacían ya estaban al tanto de mi situación”.
“recoge tus cosas que nos vamos”
me dijo mi padre directamente “pero padre yo la amo, quiero casarme con
ella””tú que sabes de eso, solo es un enchochamiento” en ese instante entró
Paca en el salón “buenos días” pero nadie le contestó, lo que si me fijé es que
mi padre no la miró en ningún momento a la cara “ vamos te he dicho que recojas
tus cosas que nos tenemos que ir””padre perdóname pero no te voy a obedecer, es
el amor de mi vida, la persona que he elegido para pasar el resto de mi vida a
su lado””que romanticón eres, igualito que tú madre””no sé para qué os sirve
ser tan tontos””padre yo la amo”” que no digas más esa palabra NO PODEIS
AMAROS” era la primera vez que oía gritar a mi padre” “porque usted lo diga no
vamos poder amarnos” dijo Paca “ sí, yo lo digo, aunque me juré no decirlo
nunca, la vida es muy traicionera ó muy justa, no lo sé, lo vuestro es un
incesto, sois hermanastros “Paca salió corriendo llorando, yo no sabía cómo
reaccionar “¿pero que dice padre?” “si hijo, Paca es hija de la Rosario la
Cordobesa, fuimos amantes muchos años, cuando se quedó embarazada la dejé
porque quería que reconociera a la niña”.
Cuando entré en el dormitorio
Paca no me dejó ni que la tocara” Paca aún no está todo perdido, me voy a ir
con mi padre, él se creerá que dejamos de amarnos pero en realidad voy para
hablar con el obispo de Granada para pedirle una bula y poder casarnos, tú me
esperas aquí, yo dejaré pagado el alquiler” ella me miró con una expresión que
más tarde comprendería”.
“Volví a Granada con mi familia,
mi madre no sabía nada, como siempre estaba en su mundo de misas, rosarios y
rastro para los pobres”” al día siguiente me fui enseguida a ver al señor
Obispo que era amigo de mi padre y había venido a casa a merendar muchas veces”
“pero tú sabes lo que me estas
pidiendo Javier?”” sois hermanos de padre”” eso es una barbaridad, va en contra
de todos los principios cristianos””jamás conseguirás eso, ni de mi parte ni de
nadie”” me destrozó el alma porque era mi última esperanza, así que volví a
casa pero después de varios días yo ya no podía aguantar más sin verla y me
marché a Málaga a decirle que aunque fuera sin casarnos que viviéramos juntos”.
“Cuando llegué a la pensión la
dueña me dijo que Paca se fue el mismo día
que nosotros nos marchamos pero por la tarde” hizo un largo silencio y
continuó “Nunca más volví a saber de ella hasta el año pasado en que me enteré
que su hermana estaba aquí en casa las chiconas”.
“A raíz de que ella me abandonara
caí en una enorme depresión hasta que comprendí que nunca volvería y yo no
podía ni quería vivir ya la vida que me habían preparado, entonces decidí
cambiar no ya de vida, si no de persona, de lugar y enterrar a Javier para que
naciera Picolo, un hombre nuevo”
Se levantó de la silla y sin
decir nada enfiló el camino de las eras, se marchó a uno de los retiros
espirituales que él decía, a mi me dejó muy pensativo porque me enseño que
nunca hay que juzgar a nadie por las apariencias y que cada persona carga con
su propia cruz, unas más grandes y otras más livianas.
Estuvimos en la calle bastantes
días sin saber nada de Picolo, nunca había tardado tanto en sus retiros hasta
que una mañana nos lo vemos salir de su casa con el saco que todas las mañanas
llevaba para recoger hierba para sus conejos.
Yo pasaba por delante de su casa
pero nunca estaba abierta y por el bar no aparecía, se lo pregunté al camarero
“pues ya hace tiempo que no lo veo, no viene por aquí, es raro” una tarde llamé
a su puerta y me salió a abrir “ah, eres tú””vamos Picolo que te invito a una
cerveza””no, que tu lo que quieres es saber más de mí, y las heridas que nunca
cerraran es mejor no tocarlas”.
Pasaban los días y no había
manera de que me contara más cosas hasta que un día desde la puerta de mi casa
veo salir de su casa a la Murciana, un vecino que estaba conmigo dijo”mira,,,el
Picolo ya se las trae a casa y todo” yo sabía que algo pasaba porque no era
normal, así que dejé pasar un buen rato y fui a su puerta y llamé, me abrió con
los ojos rojos de haber llorado “Picolo ¿estás llorando?” “los hombres no
lloran, solo se arrancan las entrañas”
“¿Qué ha sucedido, me lo vas a
decir?””La Murciana a estado aquí” “ya lo sé, la he visto salir de tu
casa””vino a decirme que la Paca a muerto esta mañana” “¿y qué vas a hacer?””Nada,
tú me ves viajando hasta Valencia solo” “pero no estaba en Barcelona?”” hace
años que se mudó a Valencia, me lo ha dicho la Murciana ahora” sin pensarlo le
dije “ si me pagas el billete te acompaño a Valencia” “nos da tiempo a coger el
borreguero y por la mañana temprano estamos allí y te da tiempo de despedirte
de ella””pero tus padres te van a dejar?””No te preocupes que ya los convenzo
yo, veste preparando ¿tienes un jersey?” si, pero es viejo” “da igual, yo te
voy a traer un pantalón de mi hermano mayor y una chaqueta sin que me vean mis
padres”.
Lo vestí lo mejor que pude y le
corte los pelajes, eran todo greñas, pero daba igual como en esa casa no habían
espejos de nunca.
Agarramos el borreguero, lo
llamábamos así porque era muy lento, le dejaba paso hasta a las hormigas,
durante el trayecto Picolo no habló casi nada, estaba como ausente, físicamente
estaba a mi lado pero mentalmente estaba,,,, Dios sabe donde estaba, llegamos
casi de madrugada a la estación del Norte de Valencia, agarramos un taxi le
dije al taxista “vamos a la calle Maldonado 69” el taxista hizo una sonrisa
picara y arranco el taxi para darnos la
vuelta turística a Valencia, cuando en realidad estábamos a cinco minutos, eso
lo supe muchos años después cuando me marché a vivir a Valencia.
El taxi nos dejó delante de una
casa vieja y ruinosa, yo creía que allí no vivía nadie pero llame y la puerta
se abrió, subimos unas largas escaleras hasta la puerta de un piso que tenia la
puerta entornada “pase, pase” se oyó la voz de una mujer mayor, pasamos hasta
una especie de salón donde nos encontramos una cosa que alguna vez fue una
mujer y además guapa según las fotos que colgaban de las mugrientas paredes, se
dirigió a Picolo “tú eres Javier?”Si señora” “jajaja señora, pues no hace
siglos que no me decían señora”” yo soy la Pompi y se nos hace tarde, a las
doce la entierran” yo no comprendía nada “pero donde está ella” “en la morgue
del hospital hijo, donde va a estar, pero nosotros vamos directos al cementerio”
“ la van a echar a la fosa común? Dijo Picolo,”de eso nada, la Paca pagaba
todos los meses los muertos, era una manía suya” cuando la Pompi dijo esto nos
empujó hacia la calle, nada más bajar (no sé cómo) pero había un taxi
esperándonos en la puerta.
Cuando llegamos al cementerio y
entramos a la capilla, no había nadie, solo el ataúd abierto, nos acercamos
despacito y a Picolo comenzaron a salirle lágrimas pero en silencio, se dobló y
le dio un beso en la boca y cerró el ataúd.
A la ceremonia del enterramiento
solo estábamos Picolo y yo, me sentí triste, muy triste de pensar que un ser
humano con todo lo que había sufrido en esta vida, la de veces que habría
llorado a solas, la de veces que pasaría noches congelada a la espera de un
cliente, después de una vida tan amarga se marchaba de este mundo a solas, sin
amigas, sin familia sin nadie que le llorara.
En todo el trayecto de vuelta al
pueblo Picolo no abrió la boca para nada, yo respeté su dolor y tampoco dije
nada, solo pensaba que esta vida a veces se ceba con algunas personas para que
no tenga felicidad ó al menos tranquilidad.
Al llegar a su casa me dijo “eres
una buena persona, conocerás la felicidad pero también la tristeza y la
soledad” creo que son las palabras más sinceras y naturales que he escuchado en
mi vida, me marché hacia mi casa pensando en lo que Picolo me había dicho.
Fueron pasando los días y la
puerta de casa Picolo nunca estaba abierta, pasó un mes y nadie lo había visto,
aunque los vecinos estaban acostumbrados a sus famosos retiros pero nunca había
tardado tanto, una tarde estaban todos reunidos hablando de él y de qué hacer
porque ya estaban preocupados, unos decían de pegarle una patada a la puerta,
otros que llamaran a la Guardia Civil y la solución la dio un niño pequeño “por
la tapia de detrás hay un agujero” “y tú cabes?” le preguntó su padre “claro,
he entrado muchas veces”” y tú ¿quién eres para entrar en casa de nadie?” le
riñó su madre, un hombre más mayor de los que estaban allí le dijo al crio
“vale, entra otra vez por el agujero y vienes hasta la puerta a ver si la
puedes abrir, pero hazlo como yo te he dicho, no mires a ningún sitio” se lo
dijo porque sospechaban que estaba dentro muerto, el crio entró y enseguida
abrió la puerta de la calle “esta la llave puesta” dijo el chaval, todos se
quedaron mirándose y con más miedo que precaución comenzaron a entrar los
vecinos empujándose unos a otros.
La casa estaba vacía (como
siempre) ni rastro de Picolo, todos comenzaron a hablar y a dar sus opiniones
a cada cual más disparatada, porque la
gente cuando nos convertimos en masa dejamos de pensar por nosotros mismos.
Yo levanté los trapos donde la
otra vez me encontré la Odisea y efectivamente allí estaba, la agarré sin que
me vieran y al cogerla se cayó un papel de dentro, lo abrí y ponía con una caligrafía
estupenda “no me busques, ya encontré mi Ítaca” yo supe enseguida que esas
palabras iban dirigidas a mí, volví a meter el papel en el libro y me fui a
casa con disimulo.
Muchos días después comenzó a
correr el bulo de que se había marchado a su pueblo, pero yo sabía que no era
así, que ya nunca volveríamos a ver a Picolo, un vecino fue a denunciar su desaparición
a la Guardia Civil, que por cierto ni aparecieron por la casa, como sabían quién
era ni le prestaron atención a la denuncia.
Así fue de misteriosa la ida de
Picolo como su llegada a mi pueblo, un personaje que aún hoy en día se le sigue
recordando como a una leyenda urbana.
Desde el 2013 desaparecen en
España una media de cien personas anualmente sin dejar rastro alguno, ni si
quiera un cadáver.
Si en estos años es esta cifra,
hay que imaginarse en aquellos años en que los hombres les decían a sus mujeres
“voy a por tabaco” y jamás volvían a verlos.
Las desapariciones es uno de los
temas tabús de esta sociedad del progreso a la que le encanta barrer debajo de
la alfombra los temas que son incómodos.
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