Esta
historia que voy a escribir está basada en un hecho real y la quiero contar
para demostrar que aún hay mujeres indestructibles, a pesar de las miles de
desgracias que le pasen en la vida, de las luchas que han tenido por ser
mujeres y pobres, guerreras por fuera
y adolescentes de corazón, que le han
costado muchas veces la soledad en pago por sus ideales.
A
un kilómetro saliendo del pueblo de San Juan de la Vega, había una cabaña muy
humilde y pequeña, desde fuera se oían unos gritos desgarradores, era Juana
María que estaba dando a luz a una hermosa niña, ayudada tan solo por su prima.
Juana
María tenía dieciséis años, era una campesina robusta, acostumbrada al trabajo
y a luchar con la gente en el mercado que era donde llevaba lo poco que sacaba
de su pequeña huerta, ella se hacía su ropa, desde muy niña tuvo que aprender a
llevar la casa porque su madre siempre estaba acostada enferma.
De
golpe dejaron de oírse los gritos y al ratito se oyó el llorar de una niña, su
prima le preguntó “cómo la vas a llamar” “Dignidad, para que desde pequeña
aprenda que una mujer puede tener tanta dignidad como la puede tener un hombre”
Recién
parida Juana María continuó con su trabajo, se puso a pelar patatas y preparar
la comida, la fortaleza física pero sobretodo mental de esas mujeres era
asombrosa, al día siguiente por la noche llegó su marido Luis Francisco, tenía
diez años más que ella y él si era del pueblo, ella no, ella la trajo de una
aldea cercana.
“¿Ya
has pario?” “Si, esta es tu hija Dignidad” “¿Como? Se van a reír todo el mundo
de ella” “No, porque será una niña fuerte que sabrá defenderse y hacer honor a
su nombre” “Tú estás loca” concluyó su marido saliendo por la puerta para irse
a la taberna para beber como siempre pero no para celebrar el nacimiento, las
niñas no se celebraban. Juana María continuó su vida normal de trabajo y
penurias, con una manta vieja sujetaba a su pequeña a la espalda, así tenía que
hacerlo porque estaba sola, su marido era el pastor de los señoritos y bajaba
una o dos veces al mes del monte, dependía de las ganas de beber que tuviera y
de ganas de mujer.
Dignidad
con su temblor de piernas comenzaba a andar, estaba sentada en el suelo jugando
con una amapola que le había dado su madre, cuando vio que un hombre entró en
su casa y su madre fue tras él “estoy embarazada” “a ver si esta vez es un
hombre” “será lo que Dios quiera que sea” “tú y tu Dios” le contestó saliendo
de la casa, ella se quedó con la palabra en la boca y pensó “es igual, total no
lo comprendería” y mirando al infinito los ojos se le llenaron de lágrimas pero
se los secó porque no quería derramar ni una sola lágrima por esa persona.
En
diciembre con un frío intenso Juana María se puso de parto, esta vez tuvo más
suerte porque su cuñada estaba allí de las raras visitas que le hacía.
Nada
más nacer su hija la cuñada se marchó a su casa y Juana María se quedó sola con
sus dos hijas, con la recién nacida en sus brazos y mirándola le dijo mientras
las lágrimas recorrían su rostro “tú, te llamarás Soledad, porque así es como
me siento”
A
las dos semanas su marido apareció, pero ya había pasado por la taberna y
cuando miró a la recién nacida entró en cólera “Joder, ¿pero tú solo sabes
traer chochos a este mundo? Eres una idiota no sirves para nada” ella se calló y
no dijo nada, ya estaba acostumbrada a sus burradas, como casi siempre a la
mañana siguiente ya se había ido cuando ella se levantó.
Conforme
pasaban los días Juana María sentía que algo no iba bien con la niña, no
lloraba nunca, apenas comía pero no podía llevarla al médico porque no tenía
dinero y porque el médico venia por el pueblo un solo día a la semana, los
jueves.
La
niña no mejoraba, entonces ella de un cofrecito que tenía muy escondido extrajo
algo liado en un pañuelo, era un camafeo que su tía le dio a escondidas antes
de fallecer, estuvo un buen rato mirándolo y recordando su niñez hasta que se
lo guardó entre sus pechos.
Al
día siguiente agarró a Soledad y a Dignidad y se encaminó hacia el pueblo, era
jueves, al llegar a la casa del médico había dos mujeres sentadas esperando y
se le quedaron mirando con caras de superioridad pero Juana no quería problemas
así que se esperó hasta que le tocó a ella entrar.
“¿Qué
le pasa?” “a mi nada es a mi hija” “ponla sobre la camilla” el doctor comenzó a
auscultar a la niña ¿no llora nunca? “no señor desde que nació no ha llorado” “y
no te va a llorar, tú hija está muy mal, ha nacido con falta de vitaminas, te
voy a dar una receta” “no tengo dinero para recetas señor” “es un jarabe que tú
misma le puedes hacer, es a base de plantas medicinales del campo”¿sabes leer?
“sí señor” pues te lo escribo y se la das tres veces al día y el jueves que
viene te acercas por aquí” el doctor le entregó el papel y ella con mucha
vergüenza se sacó el camafeo y se lo iba a dar a él pero sin estirar del todo
el brazo ¿eso qué es? “para pagarle señor, no tengo dinero solo tengo esto” y
abrió el pañuelo, el doctor se le quedó mirando y le dijo “no hija, guárdate lo
que para ti significa mucho, no hace falta que me pagues” mientras le decía
esto le cerraba la mano a ella, que se quedó sorprendida de la suavidad de su
mano, no era como la de su marido ruda, encallecida y dura “muchas gracias
señor” y salió a la calle, pero iba pensando que por primera vez sabía que
habían hombres buenos y con la piel suave .
Ella
le preparó a Soledad el jarabe con las hierbas que el doctor le dijo pero la
niña no mejoraba y una mañana se levantó y la niña no se movía, la cogió en sus
brazos pero ya estaba fría, se sentó en una silla con ella apretada sobre su
cuerpo y llorando amargamente sin pronunciar ni una sola palabra, Dignidad no
comprendía nada pero sabía que algo malo pasaba y al ver a su madre llorar
comenzó ella también a llorar.
Alguien
que pasaba por la carretera se acercó al oír los lloros y al ver el panorama se fue corriendo a
por el alguacil, el cual enseguida fue a darle noticias al alcalde “señor
alcalde que dice Paulino que en la caseta del pastor ha ocurrido una desgracia”
el alcalde un señor ya mayor estaba con su hijo y dirigiéndose a él le dijo
“mira, no quieres entrar en política pues ya tienes tu primer caso ¿ves a ver qué
ha pasado?
Carlos
que así se llamaba con el alguacil y dos
hombres más cogieron el camino abajo hasta que el alguacil dijo” teníamos que haber venido con la Guardia Civil” “que es una mujer y dos crías, no seas bruto”
Al
llegar a la puerta de la chabola, Carlos se quedó sorprendido de ver la escena
tan triste de la madre agarrando fuertemente el cadáver de su niñita sin llorar
con la mirada perdida y la otra pequeña llorando agarrada a la falda de su
madre.
“quítale
a la niña” dijo Carlos, pero el alguacil tuvo que emplear todas sus fuerzas
para poder separar a madre de la hija, era como separar a una persona en dos
“lleváosla e informar a mi padre” Carlos se quedó a solas con Juana María, ella
agarró enseguida a Dignidad y se la abrazó como si se la fueran a quitar, pero
él estaba mirando a Juana María, debajo de ese rostro curtido por el sol y el
frío asomaba una cara perfecta, ella se percató de que él la miraba con dulzura
y se secó las lágrimas “lo siento no tengo nada que ofrecerle” “sí que lo
tiene” “ ¿yo, el que?” “su historia, cuénteme su vida””no es el momento, en
otra ocasión” ¿le parece bien que venga la semana que viene? “vale” contestó
Juana María con cara de asombro.
Carlos
se presentó fiel a la cita el viernes de la semana siguiente y cuando llegó vio
a Juana María recién lavada en el barreño grande que usaba para ducharse, tenía
el pelo aún mojado, sus pechos se les transparentaban a través de la camisa y la
falda le venía pequeña con lo cual le hacía un hermoso culo, ella se dio cuenta
de la forma de mirarla y él no lo quiso ocultar “eres muy hermosa” ella se
quedo sorprendida, era la primera vez que alguien le decía eso “yo no soy nada,
no valgo para nada” ¿quién te ha dicho eso? Eres muy guapa””mi marido dice que
soy fea y que no sirvo para nada´” Carlos se le acercó y con sus manos le rozó
su cara, ella se quedó paralizada, se la arrimó a él y le dio un beso, ella no sabía
que decir no estaba acostumbrada a que la trataran así.
Carlos
la recostó sobre la cama y comenzó a besar todo su cuerpo, ella quería decir
algo para protestar pero no podía, las palabras no le salían y decidió dejarse
llevar por algo tan bonito que a ella siempre le había parecido sucio y
asqueroso.
Se
evadió de todo se creía que estaba en un palacio “eres una princesa” y ella
sonreía y se lo creía, por primera vez en su vida había salido del maldito
huerto para conocer palacios, castillos, para ver que la vida también puede ser
bonita.
Dignidad
mientras estaba jugando en el huerto con un bicho que había encontrado.
A
partir de entonces todos los viernes Carlos se presentaba en la chabola, cada día
se quedaba más tiempo porque se enamoró como un crío de Juana María.
Ella
le contaba cosas de su vida, de cuando era pequeña en su aldea y jugaba con los
animales que tenían allí, él también comenzó a tener confianza con ella y un
día se sinceró “sabes que mi padre quiere que sea juez , como él” “ muy bien
¿no?”Pues no, yo lo que quiero estudiar es filosofía” “¿y eso que es?””Eso es
intentar comprender a los hombres y a las mujeres, averiguar los motivos que
mueven a la gente””uy, para eso no hace falta estudiar, tú pregúntame a mí y te
digo enseguida como son las mujeres –señorito-““no en ese sentido ó quizás sí”
y salió corriendo detrás de ella porque cuando quería hacerle rabiar pero de
broma lo llamaba -señorito-.
Fueron
unos meses maravillosos, algo que ella nunca había conocido, sentir mariposas
en el estómago, cada vez que lo veía, oír las cosas que él le contaba de la
ciudad, conocer el amor, sentirse amada, cosas que tendría que haber sentido ya
a su edad pero que la vida se lo había negado.
Su
marido que solía venir los sábados o los domingos, un jueves al anochecer se
presentó en la casa y como siempre se fue directo a por Juana “no quiero”
“¿Cómo?” “que no quiero hacerlo” “¿Qué no quieres hacerlo? Soy tu marido”
diciendo esto a la vez se quitaba la correa del pantalón y comenzaba a azotar a
Juana, después la agarró fuertemente de un brazo y la tiró sobre la cama,
cuando terminó se fue como siempre a la taberna, mientras ella se recomponía su
vestido llorando pero también pensando de que no se había dado cuenta del
cambio de la chabola ni de su propio cambio.
Un
viernes Carlos entró en el despacho de su padre” sabes hijo, las cosas están
mal y mucho peor que se van a poner, hay que prepararse para irse a la capital,
allí no nos conocen como aquí y los anarquistas me tienen fichado especialmente
el Aureliano”
“yo
creo que exageras padre, si las cosas se pusieran peor el ejército defendería
la república”” que inocente eres hijo, te pareces a tu madre” después de un
silencio “¿que, ya vas a ver a la campesina esa?””Tiene un nombre, se llama
Juana María y estoy enamorado de ella”” ¿enamorado? ¿De una campesina? Tu lo
que estas es enchochao”
“no
padre, la amo de verdad” “va, sal de mi despacho”.
Cuando
Carlos llegó a la chabola se puso a jugar con Dignidad y al ver que Juana no
salía entró a verla, fue a acercarse a darle un beso cuando vio un moratón en
la cara “¿y esto?” le levantó la camisa y tenía la espalda toda amoratada
“¿quién te ha hecho esta salvajada?” “mi marido” “esa bestia del averno, voy a
mandar a detenerlo ahora mismo”” y de qué lo vas a acusar, soy su mujer” “de
intentar matarte” “no te metas en jaleos, el único que saldría perdiendo serías
tú”” ¿yo, por qué?” “no ves cómo están las cosas” “otra como mi padre, maldito
país este que nunca saldrá del siglo XVIII”
Con
mucho cuidado Carlos la agarró en sus brazos y la recostó en la cama, los dos
se quedaron mirándose, el alma de ella lloraba para que él no la viera y Carlos
lloraba por dentro para que ella no sufriera.
Un
martes a media mañana estaba Juana sentada a la sombra junto a la chabola,
estaba desgranando mangranas, Dignidad estaba contenta porque le estaba
ayudando a su madre, Juana levantó la cabeza y se vio a Carlos caminando a
prisa hacia la casa, ella se levantó y el cuerpo le dio un vuelco, no sabía a qué
venía pero intuía que era para algo malo, cuando llegó le dio un beso a
Dignidad y le dijo a ella “vamos dentro” “¿por qué?” “porque tenemos que hablar”
nada más entrar la agarró y le dió un beso muy prolongado, enseguida ella se
dio cuenta que se estaba despidiendo “a ocurrido una desgracia, han asesinado a
Calvo Sotelo ayer en Madrid”” ¿y quién es ese señor?””Tu no lo comprenderías,
pero ya es inevitable la guerra” “¿y qué vamos a hacer?”” nosotros nos vamos
mañana a Valencia a casa de mis tías, en cuanto pueda vendré a por vosotras” se
dieron un gran abrazo y Juana María comenzó a llorar “no llores Juana, serán
solo unos días sin vernos” pero Juana no lloraba por eso solo, cuando él estaba
saliendo de la chabola Juana lo llamó “Carlos” él se giró y ella se le quedó
mirando hasta que le dijo “no, nada, que tengas cuidado”” no te preocupes
mujer, ahora me voy que he salido en mitad de una reunión del ayuntamiento.
Juana
se puso a llorar amargamente mientras pensaba “no lo sabrá nunca” y continuó
con la faena que estaba haciendo sin parar de llorar.
Los
días iban pasando y nada sucedía, ella sabía
que él ya no volvería pero por si acaso siempre echaba una ojeada al camino sin
esperanza, hasta que un día vio que se acercaban unas mujeres, todas con
fusiles y la que parecía la jefa le dijo “tú qué haces que no vienes a las reuniones
anarquistas”” yo no tengo tiempo para eso, yo vivo sola con mi hija y además,
me van a dar algo” “ te vamos a dar educación a enseñarte a escribir y leer,
también te formaremos en el pensamiento anarquista” “ ¿eso me va a dar de comer
a mí y mi hija?” “¿tú que eres fascista?” mientras la apuntaba con el fusil
“¿Qué es fascista?” la mujer de más edad le bajó el fusil y dijo “dejarla,
vámonos bastante tiene con lo suyo”
Y
los días iban pasando , los meses también, como el hambre es la madre de la inventiva
Juana hizo unos parapetos para guardar la comida, no se fiaba de la gente,
Dignidad ya con cinco años le ayudaba a su madre en muchas cosas, pero lo que a
Juana más le preocupaba es que aprendiera a escribir y leer.
Como
no tenían medios le enseñaba las letras en el suelo de la cabaña si llovía o
fuera si hacía sol, Juana era muy estricta en la enseñanza de su hija porque
decía que el primer paso para la dignidad de las mujeres era que aprendieran a
leer y escribir para que no las engañaran.
La
desesperanza de Juana crecía al mismo tiempo que aumentaba su barriga, pasaba
las noches sin dormir pensando en Carlos, no le reprochaba nada al revés le agradecía
que la hubiera enseñado que otra vida existía, que hay hombres buenos, que el
sexo no era una tortura, pero siempre le quedaba un poso de amargura cuando
pensaba que nunca conocería a su hijo.
Ella
aceptó desde el primer momento que nunca serían pareja, eran dos mundos completamente
irreconciliables.
Desde
que había comenzado la guerra Juana no sabía nada de su marido, pero no le
preocupaba, al revés, se alegraba de no saber nada de él porque eso para ella
era buena noticia, era una preocupación
menos.
Final del
primer capítulo