lunes, 12 de octubre de 2015

EL FRUTO DE LA INOCENCIA

Cuando se es joven, se ve el mundo ¡¡tan diferente¡¡ y tan inocente, que nunca pensarías en realidad cómo es la sociedad. Tienes instintos sin maldad, no comprendes los prejuicios de los mayores, hay tantas cosas que no comprendes; que el amor tenga edad, y que las personas vivan pendientes del qué dirán ó que una mujer de cuarenta años ya fuera mayor.
Todo esto sucedía en el 1975 pero por desgracia algunas de ellas aún están pasando en pleno siglo XXI, pero solo algunas.
Pedro tenia veinte y dos años recién cumplidos, era un chico muy formal y educado, bastante introvertido, solo tenía un amigo, Juan que trabajaba con él en la misma fábrica donde hacían lámparas de cobre, los sábados se iban a jugar al tenis y eso era todo el divertimento que Pedro tenia, nunca salía a cines ó teatros, las discotecas no le gustaban, él se limitaba de su casa al trabajo y viceversa, vamos que no era un chico normal, si es que entendemos por normalidad otra cosa.
Consuelo era una mujer de pelo castaño y con algunas canas ya, algo rellenita de carnes para los cánones  de la belleza femenina de ahora, siempre iba vestida de colores oscuros, porque pensaba que así le guardaba más el respeto a su marido.
Su marido hacia catorce años que falleció en una situación muy traumática para ella, porque murió dentro y encima de ella, ese trauma  la convirtió en una mujer callada y seria aunque ella siempre fue extrovertida. Se quedó viuda con dos hijas de, 19 y 16 años y se tuvo que poner a trabajar para sacar adelante el hogar.
Cuando Pedro entró en la fábrica ella ya llevaba tiempo trabajando allí empaquetando.
Desde el primer día Pedro se fijó en ella, le pareció una mujer hermosa, misteriosa y se sentía atraído por ella, siempre intentaba sentarse a su lado en los descansos del bocadillo pero ella siempre lo evitaba, porque como mujer y mayor que él ya se había dado cuenta la forma en que la miraba y ella no quería que la gente se dieran cuenta, entonces Pedro se percato de que así no podría llegar nunca a ella.
Pedro se pasaba el día y la noche pensando en ella y escribiéndole pequeñas poesías donde expresaba todo lo que ella le hacía sentir y un día se armó de valor y decidió entregarle a escondidas una de esas poesías, se la acercó a su mano pero ella la cogió y la tiró directamente a la basura sin leerla. Él se quedó triste pero a la vez también pensó que no le había reñido ni dicho nada, quizás por eso al otro día Pedro le arrimó otra poesía a la mano de ella y esta vez no la tiró sino que se la introdujo en su bolsillo, eso le dio a él una enorme alegría y esa noche tardó en dormirse.
Al otro día él le acercó otra poesía y ella se la puso en el bolsillo, Pedro notó que ella lo miraba de otra forma y sobretodo que ella ya no esquivaba su mirada.
Hasta que un día ella que siempre salía de las primeras se hizo la rezongona y dio tiempo para que los demás compañeros se fueran y cuando Pedro llegó a la altura de donde ella estaba , se puso enfrente de él y le dijo “tú sabes qué edad tengo” “ no” le dijo él bajando la cabeza “tengo cuarenta y cinco años y dos hijas de tu edad” él levanto la cabeza y la miró a los ojos y contestó “ y qué” ella también lo miró a los ojos y vio cuanto amor salía de ellos “podría ser tu madre” “ pero no lo eres” le dijo él rozándole la mano” tú estás loco”, ella se dio la vuelta y camino hacia su casa dejándolo allí plantado.
Esa noche ella no durmió nada porque solo hizo que darle vueltas a su cabeza, pensaba en que era una mujer mayor pero a la vez se sentía reconfortada de ver que aún podía gustar a alguien, pero lo que no se la iba de la cabeza era la mirada de Pedro y una sonrisa  de complicidad salía de su rostro acelerándosele el corazón, entonces se dio cuenta que se estaba enamorando y eso le gustaba.
Pedro perdió la esperanza por lo que ella le dijo y tristemente se fue a dormir ó al menos intentarlo, por supuesto sin conseguirlo.
Al día siguiente Pedro no le dio ninguna poesía y Consuelo se dio cuenta que él estaba muy triste y solo la miraba de reojo, entonces ella se acercó a él y le entregó un papelito, él la miró y ella le hizo un guiño con el ojo a la vez que le sonreía, Pedro abrió enseguida el papel y ponía “que poco dura el amor eterno” la cara de Pedro cambió completamente, la miró a ella con una sonrisa y los ojos brillosos, ella le correspondió con otra sonrisa.
Al salir del trabajo ella se fue quedando atrás y Pedro llegó a su altura, se miraron a los ojos y Pedro echándole valor acercó su boca a los labios de Consuelo y se dieron el beso más dulce y deseado, saboreando cada segundo que sus labios estuvieron unidos, era de noche, en invierno a las siete de la tarde ya es de noche.
Ella le dijo “tú sabes algo de antenas” “claro” contesto él “es que la televisión no se ve como se veía antes, no sabemos qué le pasa” “podrías venir mañana por la tarde” “si, sin problema de cuatro  a cinco estaré allí” y se despidieron agarrándose las manos.
Al día siguiente Pedro estaba a las cuatro y media llamando al timbre de Consuelo, él llevaba una pequeña caja de herramientas y unos nervios tremendos porque creía que estarían sus hijas, pero quien le contesto al telefonillo y quien le abrió la puerta del piso fue Consuelo, para sorpresa de él, ella le dijo “ no vas a entrar o te quedas en la puerta” Pedro penetro en el piso y vio por primera vez donde vivía su amada, un piso interior con poca luz, como había tantos por esa zona , entraron en una salita donde estaba la televisión que por supuesto se veía perfectamente, él miró la televisión y la miró a ella “algo tenía que inventarme” dijo ella.
Los dos de pie frente a frente mirándose los ojos, acercaron sus bocas y la pasión se derramó  a raudales, sin dejar de besarse y él sin dejar de acariciarle sus senos que tantas veces había soñado con tocarlos, se fueron al dormitorio, ella se dio cuenta que era la primera vez para él que hacía el amor y eso la excitó aún más.
Se propuso en su interior enseñarle todo sobre el sexo, sobretodo cómo tratar a una mujer en la cama y fue una buena profesora.
Para Consuelo fue volver a sentirse viva, a sentir su corazón volver a latir, comenzó a vestirse más clara y a arreglarse mejor.
A sus hijas el cambio les pareció bien porque eran ellas las que siempre estaban diciéndole que vistiera mejor, por supuesto Pedro comenzó a ir a casa de Consuelo todas las tardes de los sábados, él siempre le llevaba algo de regalo y ella lo miraba con la dulzura de enamorada.
Un día Consuelo le dijo que quería que conociera a sus hijas, que lo presentaría como compañero de trabajo y efectivamente así sucedió.
Llegó el sábado y Pedro se puso sus mejores ropas y todo nervioso entró en el piso de Consuelo y enseguida se rompió el hielo y como es normal habiendo tres mujeres, comenzaron a hacerle preguntas y Pedro les contó su vida.
Les dijo que no era de Valencia, que vivía con sus padres adoptivos cerca de allí pero que ellos procedían de un pueblo cercano a Valencia capital, la mayor le pregunto si tenía novia y Pedro se sonrojo y le dijo que no, mientras Consuelo esbozaba una sonrisa.
La pequeña le dijo que como se llamaba su pueblo “Buñol” le contesto él, pero ya hace cinco años que estamos aquí “mira, mi madre también es de Buñol” le dijo la pequeña. A Consuelo comenzó a cambiarle el rostro y quedarse pensativa “jugamos al parchís” dijo la pequeña, vale contestaron todos y del tema ya no se volvió a hablar en toda la tarde.
El domingo Consuelo lo pasó pensativa y dándole vueltas a la cabeza a una idea tan descabellada que  se ponía roja solo de pensarla, por eso el lunes sin decirle nada a nadie y sin ir al trabajo se fue a la Casa Cuna a hablar con el padre Pedro, el sacerdote que tenía a su cargo esa institución, cuando el padre Pedro la vio entrar a su oficina la miró de arriba abajo y le dijo “ que bien te conservas” “ déjate de piropos, después de tantos años” hizo una pausa para mirarlo bien y ver lo anciano que estaba “ a quien le distes nuestro hijo” “eso no te lo puedo decir, está prohibido revelar a quien se entregan los críos” le dijo él.
Mira, le dijo ella “tu, me robaste a mi hijo diciéndome que sería un escándalo si se supiera, yo no te he molestado nunca y nunca más te molestaré pero ó me dices a quien le entregaste mi hijo ó ahora sí que se va a enterar todo el mundo, quién eres de verdad”.
El cura se levantó y fue hacia un archivo donde estaban todos los críos registrados  y le dijo “ se lo entregamos a María y Laureano de Buñol, que hacía tiempo les prometimos que le entregaríamos un bebé” Consuelo comenzó a sudar a temblar, tenía que hacerle la siguiente pregunta pero no le salía nada de su boca, hasta que haciendo un esfuerzo le preguntó “ qué nombre le pusisteis”  “ la hermana Julia se empeño en que llevara mi nombre y le pusimos Pedro” con las piernas que le temblaban y casi sin poder caminar Consuelo se dio la media vuelta y salió de la oficina del cura sin decirle nada y cuando salió de la Casa Cuna comenzó a llorar desesperadamente y haciéndose preguntas ella misma “ me he acostado con mi propio hijo” “ soy una puta” “ soy una puta” todo el camino hasta su casa lo hizo caminando sin darse cuenta de por dónde iba, solo tenía un pensamiento, que era una puta, cuando llegó a su casa estaba flotando con la cabeza fuera de este mundo, se fue directa al cuarto de baño , abrió el grifo de la bañera y mientras se fue a la salita y agarrando un papel escribió “perdonarme todos” volvió al cuarto de baño, agarró una cuchilla de afeitar, se introdujo vestida en la bañera y sus últimas palabras fueron “ perdóname Señor, tengo que pagar mis pecados”.


Esta historia es verídica, solo se han cambiado el nombre de las personas y el nombre del pueblo, la realidad siempre es más dura que la ficción.



                                                                   


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