Me recuerdas,
a todos esos tristes prohombres, del diecinueve
con su corta y cuidada barba y sus ojos de nieve.
Me recuerdas,
los campos llenos de amapolas de mi pueblo
maravillosos, pero inalcanzables, que sueño.
Me recuerdas,
esa joya tan apetecible, de valor incalculable
pero que nunca podré tocar, en el escaparate.
Me recuerdas,
el anhelado beso primerizo del descubrimiento
toda la pasión desconcertante del hambriento.
Me recuerdas,
la paz, en la oscura lucha sobrehumana del alma
los buenos días, mimados al oído de la mañana.
Me recuerdas,
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