Se me fue,
en silencio, con
tanta gallardía
como un quijote de la
Albaidia.
Se me marchó,
sin un ay, y sin un
maldito ruido
con la valentía de
quien ha vivido.
Me enseñó,
como vivir, pero
también como morir
con libertad, sin
miedos al sobrevivir.
Me enseñó,
a mirar limpio
siempre de frente
y no dejar que me
hiera la gente.
Me cambió,
de niño a hombre, con
su gran sapiencia
con su cuerpo, hice
mi vida con paciencia.
Sé que vive,
dentro de mí, cada
vez que respiro
exhalo su nombre como
un suspiro.
Sé que vive,
en este tonto, loco,
maltrecho corazón
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